martes, 3 de junio de 2014

El peso del pasado

A veces levar anclas es complicado.

No porque no quieras hacerlo, sino porque el pasado pesa demasiado.

Durante estos últimos meses, he comenzado a reconstruirme, como mujer, como persona.

Había sido deshecha hasta el punto más básico, hasta el punto más íntimo, hasta el sitio más pequeño, hundida en la peor de las miserias, y no por un abandono, sino porque había consentido que en los últimos siete años, cada persona que pasaba por mi vida, me destrozara un poco, un poquito más y se llevara algo de mí, hasta que permití que la última persona, no dejará prácticamente nada, hasta el punto de no poder, de no querer levantarme de la cama.

Desde que tengo uso de razón, he sido víctima de malos tratos de tipo psicológico.

Me he criado en una familia desestructurada, en la que los gritos, los insultos y las amenazas, eran 'el pan nuestro de cada día'.

Mis padres nunca se llevaron bien, mi madre una mujer enamorada hasta la médula de un hombre que ya no lo estaba tanto, y que no encontraba una forma de salir impune y dignamente de una situación que se le iba de las manos.

Mi madre volcaba su ira y su rabia, principalmente en mi.

Soy la mayor de tres hermanos.

Soy muy similar a mi padre, física y en algunos modos de actuar y quizás, de pensar.

Y eso, me convirtió en el centro de todas las iras e inseguridades de mi madre.

Nunca he sido suficientemente buena, nunca he sido suficiente buena estudiante, nunca he sido lo bastante buena en nada.

He vivido bajo la constante frase de: ' haces las cosas mal para que no te las mande' seguida de un: 'eres igual que tu puñetero padre', desde que tengo uso de razón.

Acabé el bachillerato con una media de notable, aprobé la selectividad con una media de notable y terminé mi carrera en tres años, hablo cinco idiomas, vivo en un país extranjero y estoy a punto de comenzar mi segunda carrera.

Pero nunca he sido suficiente para mi madre.

Llevo trabajando desde que tenía 16 años, porque tenía que aprender lo que cuesta ganar el dinero.
No recuerdo, mi último verano como estudiante, porque ocurrió cuando tenía 15 años..y jamás lo tuve libre, porque acompañaba a mi padre a 'vender', lo que suponía largas horas y mañanas (incluso tardes) en el coche, mientras él visitaba a los clientes.

Recuerdo entretenerme apuntando matriculas, escuchando música y leyendo libros.

Hasta el punto, de que soy capaz de ubicar la mayoría de las tiendas de charcutería y carnicerías de los barrios de Burgos, durante los años 90.

Mientras acababa la carrera, trabajé de camarera, de dependienta, en un matadero, vacunando pollos y en una infinidad de sitios, de trabajo temporal, que no recuerdo.

Nunca fue, ni ha sido suficiente.

Siempre he sido objeto de comparación por parte de mi madre, con mi hermana. La que por su parte, jamás ha trabajado de forma continuada en ningún sitio, apenas ha terminado alguno de los estudios que ha comenzado, no habla ningún idioma aparte del español y continua viviendo con mi madre.

Pero ella, ella siempre ha sido mejor.

¿Por qué? Eso, sólo lo sabe mi madre.

Con 13 años y debido al acoso que sufría por mi madre, me escapé por primera vez de casa.

Con 18, ella me echó porque consideró que no atravesar un bosque en mitad de una nevada, en minifalda y con tacones, y quedarme a dormir en casa de una amiga, era un motivo de peso.

Cuando tenía 21, mis padres se divorciaron.

Las cosas se posicionaron en un claro: 'o conmigo, o contra mí' llegando incluso a referirse a mí, como 'el enemigo'.

Yo decidí mantener el contacto con mi padre, y eso, fue y ha sido mi ruina, con mi madre.

Jamás lo aceptó, jamás lo aceptará.

Con 21 años, tuve que, literalmente, huir, a vivir a casa de unos amigos en Murcia.

Me fui a vivir a Barcelona,después de pasar de nuevo porque mi madre me echara de casa, cuando apenas llevaba doce horas en ella (y tras llevar un mes sin vernos).

Me habría ido a la China, si me hubiera salido trabajo allí.

Para añadirle más intriga y emoción a mi vida, con 21 años mis padres, bajo amenaza, me obligaron a firmar un préstamo.

Jamás lo han pagado.

Resido en el extranjero por culpa de ese préstamo.

Pero siempre me he adaptado, me he moldeado, he intentado salir indemne de todos los golpes y los palos.

El rol de la víctima no va conmigo, no quiero sentirme mal, no quiero sentirme frágil, ni pensar que es una situación injusta, por más que jamás la haya entendido.

Aprendí catalán, aprendí técnicas y herramientas nuevas para desarrollar mi trabajo, pero al igual que en el libro, la sombra del ciprés es alargada, y siempre me alcanza.

Me alcanza para recordarme siempre, que no soy lo suficiente, que no sirvo, y cualquier excusa es buena para despreciarme y hacerme sentir, la oveja negra de la familia.

Llevo, desde hace siete años, luchando, mendigando, por el amor de una madre, al que, obviamente, el título de madre le viene muy grande.

Viendo, como a mi me da la espalda, como nunca soy suficiente, pero cualquier otro, y ya no solo mis hermanos, cualquier extraño, lo es, y más que yo.

He intentado remendar algo, que nunca he tenido del todo claro porque se ha roto, o si es que alguna vez existió.

En los últimos meses, y desde el exilio al que me veo obligada, gracias a las inconscientes acciones de dos niños en un mundo de adultos, me he desmoronado.

He caído en el más profundo de los abismos, y sin amortiguación ninguna.

Quién me conoce poco, cree que soy una persona que disfruta con el drama en su día a día, pero quién me conoce de verdad, sabe que mi vida siempre ha sido un drama, y que no hay nada que más añore y desee que una vida 'normal' con una familia 'normal'.

Para añadirle más leña al asunto, y por ende, a mi vida, la mayoría de mis relaciones han sido disfuncionales, debido a la relación que he creado con mi madre.

Gracias a ésta relación, mi cerebro, mal educado, interpreta que cuando alguien me trata mal, debo quedarme porque eso es amor, en lugar de salir pitando.

Y debido a ello, he sido víctima de malos tratos de tipo psicológico y en una ocasión, casi de malos tratos de tipo físico.

Siempre he recompuesto mis pedazos, de la mejor manera posible, o de la mejor manera que he sabido, y he intentado tirar hacia delante.

Hasta que en marzo me desmoroné y en Abril, acabé por buscar ayuda de tipo terapéutica.

Acudo a terapia.

Y no me avergüenza decirlo (al menos no por escrito).

Mi terapeuta, me está animando a que lea, a que me informe, a que busque las herramientas, a que aprenda a desterrar de mi vida lo malo (que ha sido mucho) y deje entrar lo bueno, porque ya es hora.

Ella cree que tengo las herramientas necesarias, que sólo debo de ser capaz de recomponerme y crecer.

Soy muy feliz, en este momento, de haber retomado el contacto con mi padre, y de sentir que tengo ahí un amor incondicional, alguien al que le importo sin dimes ni diretes, sin segundas intenciones, y al que le gusta oírme reír y que sea positiva, que no me hace llorar cada vez que hablo con él, y que cada vez que hablamos, me dice lo mucho que me quiere.

Soy muy feliz porque yo, yo también quiero muchísimo a mi padre.

A pesar de sus fallos, que son muchos, pero nadie está a salvo de tenerlos.

Mi padre es una buena persona.

Si, con la terapia, con los libros, con las herramientas que estoy adquiriendo, he aprendido a identificar mejor a las personas y sus intenciones.

He aprendido a dejarme querer por quién de verdad quiere quererme y a irme cuando no se me quiere de una forma sana  y saludable, o al menos, estoy en ello.

Y eso, eso es mucho, porque hace años que tengo una autoestima por los suelos, que me creo menos que nada y que nadie, porque nunca he sido 'lo suficientemente buena'.

Llevo un mes bastante mal, en la cama y con dolores.

Mi padre, me escribe a diario, cogió un avión para asegurarse de como me encontraba.

Hoy he sabido de mi madre y de mi hermana y de mi prima, quieren denunciarme, porque he subido una foto de cuando era pequeña.

En la que salimos con mis tíos por parte paterna, con mi padre y en la que mi madre sale abrazándome.

La única foto que tenía en la que mi madre salía abrazándome, era un bebé, de apenas nueve meses.

Tras esa foto, me dio mi primera crisis epiléptica.

Subí la foto a mi facebook, porque me gustó ver, que cuando era pequeña, a veces, aún mi madre me abrazaba y me quería.

Ahora, hoy, con 29 años, quiere denunciarme.

No me ha preguntado cómo me encuentro.

Le ha dado lo mismo.

Mi hermana, por su parte, me ha eliminado de facebook.

Mi prima, ha hablado a través de otra prima, se ve que la foto también le incomoda lo suficiente como para pensar en denunciarme.

A éstas alturas, cualquiera, en su sano juicio, pensaría que en la foto, salimos todos desnudos y en posiciones indecorosas, la realidad es bien distinta.

Es una foto de familia, de hermanos (mis tíos), primos y de mi familia.

Pues bien, hoy con 29 años, gracias a la terapia, y tras las amenazas de todo el mundo,he reunido el coraje y el valor, para decirle a mi madre, que haga lo que le dé la gana, que me denuncie si quiere, pero que quiero que sepa que es una mala persona.

Porque lo es.

Y he reunido el valor y el coraje suficientes, como para negarles cualquier tipo de acceso a mi actual vida.

Porque no lo merecen.

Porque me hacen daño cada vez que se aproximan, y porque no quiero a gente así en mi vida, por más que duela.

No les quiero nunca más en mi vida.

Por si aún cabían dudas, aquí dejo la foto.

Y sí, sigo enferma y ahora, además, insomne.





No hay comentarios:

Publicar un comentario