sábado, 22 de febrero de 2014

La antesala de la locura

El anochecer es la antesala de la locura.
Donde todas las razones, motivos y pensamientos se tornan en una sola cosa, una cama vacía.
Ya no hay abrazos.
No me recreo en la pérdida, es que echo de menos lo que he perdido.
No las discusiones.
No los mal entendidos.
No los enfados.
Echo de menos las bromas estúpidas, las risas y el poner caras.
Echo de menos los abrazos.
Los besos.
Que me coja de la mano.
Que me agarre y me pegue un beso inesperado.
El anochecer trae consigo los buenos recuerdos, los buenos momentos, y con ellos las lágrimas y el desespero.
He comenzado a hacerme a la idea de que no va a volver.
De que ha sido cobarde y ha preferido ocultar la realidad tras una cortina de humo, encubierta de palabras, las palabras tiempo y espacio.
Y llega la culpa.
Sino me hubiera enfadado por esto, sino me hubiera podido el orgullo.
Sino fuera por mis padres, habría huido a España con el, porque eso es lo único que me mantiene aquí, el préstamo de mis padres.
Y el y mi refugio, mi isla de felicidad, han desaparecido con el.
Por las mañanas me levanto y mi yo anterior puja por salir, puja por luchar, por salir adelante, por superarlo, y llega la sensación de sentirse imbecil.
A quien quiero engañar.
Si a pesar de todo, le quiero y sigo queriéndole.
Tengo casi 30 años y comienzo a plantearme que voy a quedarme sola.
Que he desperdiciado mi vida en personas que no lo merecían, que he buscado desesperada un cariño y una atención (que me niegan mis padres) e intento volcarla en otras personas, y claro, siempre sale mal.
Me siento muy culpable.
Le llamaría.
Pero inconsciente y conscientemente no quiero darla la razón que busca par decir aquí te quedas.
Todo el mundo dice que soy fuerte.
Nadie me conoce.
El había conseguido alcanzar el punto del dejar que pudiera hacerme daño, y lo ha hecho.
Pero no lo ha hecho el a propósito.
Lo ha hecho porque yo lo he dejado.
La gente no me llena.
Cosas que antes me parecían divertidas se han convertido en insulsas y deprimentes.
Personas que antes me llenaban ya no lo hacen.
No tengo amigos.
Y lo peor es que me lo he buscado yo sola, porque me he aislado y ahora ya parece irremediable.
Y el problema no es de los demás, no lo es siquiera de el, es mío.
Que tengo que convivir conmigo misma y no me soporto, no me tolero.
No me entiendo.
No entiendo nada.
Se que las cosas no siempre tienen porque tener un motivo y una razón, pero esto que ha pasado me ha hecho replantearme muchas cosas.
Porque, porque a pesar de ser una persona definida como 'maravillosa' sólo consigo mierda en mi vida.
Tengo envidia.
Veo a la gente feliz y siento envidia.
Me he convertido en una persona despreciable.
Me replanteó muchas cosas, que hago aquí, que hago en Londres, que hago con mi vida, y en general, que es lo que estoy haciendo.
Porque no lo se.
No se a donde voy.
No se lo que quiero.
He centrado mi vida en los últimos doce años en ser la mujer perfecta para encontrar al hombre perfecto.
Y ahora, tras el último batacazo, me pregunto y replanteó muchas cosas.
Habrá quien diga: joder sí que le ha dado fuerte.
Pero es que cada golpe es mayor, porque cada golpe significa que: este creo que era el definitivo.
Muchas parejas sufren crisis, se separan cada día, millones.
Pero muchas parejas no soy yo.
Odio la noche.
Por primera vez en mi vida, la odio.
Recuerdo cuando se marchó Juan, como la noche de Halloween, dos meses después la pase llorando y angustiada.
Y ni siquiera cuando estuve con el, fue la mitad de bueno que lo que he vivido con Alberto.
Me va a costar, mucho. Muchísimo.
Le echo de menos.
Y no entiendo nada.

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