jueves, 24 de mayo de 2012

Sin zapatillas..



No podía salir.
Sólo podía contemplar cómo evolucionaba la vida a través de lo que el fino cristal de la ventana le permitía ver.
Y eso le era insuficiente.
Quería contemplar que había más allá, que era lo que sus grandes ojos marrones no llegaban a observar estando ahí, en su habitación.
No recordaba cuanto tiempo de encierro llevaba.
Sabía que era más del doble de lo que había podido salir.
No era justo.
Los pasillos de la casa, estaban hundidos bajo sus pasos.
Se notaba perfectamente cuál era el camino exacto que solía seguir, porque allí el brillo del suelo había desaparecido, dejando paso a un color desgastado y triste.
Una fría mañana de octubre decidió armarse de valor y abrir la puerta de casa, en ese momento sonó el teléfono.
En los días sucesivos, volvió a intentarlo, siempre había algo que se lo impedía, el cartero, el vecino que quería un puñado de sal, el teléfono de nuevo, otra vez el cartero, otra vez el vecino…y así, más de un mes de imprevistos que solo le permitían acceder al pomo de la puerta…¿conspiraba el universo en su contra?
Quizás fuera así.
Decidió hacer lo que nadie esperaba que hiciera.
Saltó por la ventana.
No dejo una marca en el suelo, ese camino solo lo hizo una vez.
Pero olvidó sus zapatillas.


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