Las notas comenzaban a sonar, era su turno.
Cada vez que oía aquella melodía de piano, sin darse cuenta
comenzaba a girar y a girar, su vida era eso, un eterno baile.
Era la bailarina más famosa, actuaba en cualquier parte del
mundo, su agenda estaba repleta de citas, de notas y su vida, era un compás
Esa noche actuaba en un teatro, pero no era un teatro
cualquiera, era el único teatro que existía a bordo de un barco, el barco más
grande jamás construido.
Las luces se apagaron y el piano, comenzó a sonar, y sus
pies a moverse, ella a girar y el ´público en silencio, la observaba con
admiración.
Siempre miraba al suelo cuando bailaba, le gustaba sentir el
contacto de la madera y el roce de ésta, en sus pies, le hacía cosquillas.
Pero hoy, el suelo era diferente, y decidió alzar la vista y
vio algo, algo muy extraño, unas finísimas cuerdas la alzaban los brazos,
intentó bajarlos, no podía, no podía ser verdad, era una…marioneta.
Lo intentó una vez y otra vez, con todas sus fuerzas, quería
bajar los brazos, pero no podía.
En un último intento desesperado, haciendo acopio de todas
sus fuerzas, volvió a bajar los brazos, y las cuerdas, cedieron.
Era libre.
Ya no oía el piano, no quería bailar, solo correr.
Y salió del teatro,
dejando atrás las notas, la música y su vida, saltó por la borda y allí,
tumbada en el mar, volvió a oír el piano, a sentir la música, sus notas y comenzó
a bailar y sin darse cuenta, a hundirse.
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