viernes, 22 de agosto de 2014

Un sueño llamado Londres

Recuerdo cuando era pequeña,en mi pequeña casa, esa que se movía cada 'x' tiempo porque mis padres eran adictos a las mudanzas (creo que de ahí he sacado mi pequeño odio a empaquetar y a hacer maletas, simplemente odio las mudanzas, así sin anestesia, las odio) que quería vivir en dos sitios al ser mayor, en Barcelona y en Londres.

Cuando tenía 21 años me marché de casa. Recuerdo que celebre mi 22 cumpleaños en Cartagena, sentada en el puerto, con dos de mis mejores amigos, Carmen y Agus.

Recuerdo que es el primer cumpleaños que he celebrado en camiseta de tirantes, y por el momento, el único.




Estando allí conseguí un trabajo en Barcelona, y creo que jamás he sido tan feliz como aquel día, cuando recibí una llamada diciendo que me cogían.

Recuerdo, también, como llegué a la estación de Sants, lo enorme que me pareció, y lo pequeña que me sentí.
Era, a mi parecer, una copia de un Paco Martínez Soria, venido de la provincia a la gran ciudad.
Como contemplaba los escaparates de las tiendas abiertos ¡24 horas! 

Si, si, 24 horas, algo impensable en aquel entonces en mi pequeño y adorable Burgos.

Lo que eché de menos mi Burgos al principio, sus pequeñas calles, sus tiendas de barrio, a mis amigos y a mi familia...mi zona de confort.

Pero salí de mi zona de confort a pesar de todo, a pesar de las largas noches de soledad, las semanas sin hablar con nadie que no fuera del trabajo...como mis pacientes me robaban las manzanas, la ropa interior o mis libros.

Y me hice un hueco.

Vaya si lo hice.

Lo hice hasta tal punto que dejé de añorar mi ciudad, para amar Barcelona, amarla con locura.

Amarla hasta el punto que a veces la tuve manía, por sus largas esperas para coger el tren de la renfe que me llevaba a casa...entré en otra zona de confort y..de nuevo salté.

Londres.

Llegar a Londres no fue tan sencillo, primero tuve que pasar por la experiencia de los Midlands y la tierra de Shakespeare.

Pero estoy contenta de ello. Esos ocho meses en medio de la más absoluta nada, me curtieron, me hicieron fuerte, me prepararon para la gran urbe.

Y qué decir de Londres. 

Hoy pensaba en que sentiría si me marchara.

Que sentiría si por un momento ya no pudiera ver más eso que siempre está ahi, el Big Ben, el London Eye, el puente de Waterloo, la catedral de St Paul...que sentiría si ya no pudiera pasear a la orilla de su río, sino pudiera ir siempre con un paragüas en el bolso, si de repente volviera a tener un verano español.

No me ha gustado la sensación. Londres se está quedando conmigo. Nunca acabo de descubrirla, ni de pasear por sus innumerables cementerios, por sus enormes parques..nunca deja de sorprenderme.

Ha habido momentos en los que he pensado que ya no podía más con la ciudad, con lo grande que era y lo pequeña que yo soy, pero esos momentos pasan.

Pasan y salgo a pasear sin un destino en mente, alzo la vista y siempre hay algo que me hace sonreír.

El hombre o la mujer que creen que te has perdido y se paran a explicarte como llegar allá dónde quieras ir, el abuelo o la abuela que adorablemente te sonrien sin venir a cuento...y comienzas a evitar los sitios turísticos, comienzas a evitar pasear por el centro los fines de semana por un abarrotado Oxford Circus, y prefieres la calma de un parque, o salir 'fuera' de Londres, pero no te imaginas viviendo fuera de Londres.

A pesar de las interminables horas para llegar a cualquier sitio sentada en el metro, de la gente maleducada, de los trenes abarrotados, de los conductores de autobús malhumorados...

Londres es un sitio en el que los sueños, si cierras los ojos, crees en ellos..se crean.

Después de todo, ya lo dijo Oscar Wilde: 'when a man is tired of London, he is tired of life'

Barcelona, espero que me perdones, creo que aún me queda Londres para mucho tiempo.




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