martes, 15 de abril de 2014

A los del norte

La gente del norte está hecha de una pasta especial.
Somos distintos.
El rock corre por nuestras venas, dándose palos con los litros de kalimotxo, apretandose para no notar los grados bajo cero.
Los del norte somos distintos.
La palestina al cuello.
Salir en manga corta aunque nieve.
Las noches en el metropoll.
Beber en las laderas del castillo, con los MCD o Platero y tu como banda sonora.
Rojitas se nos ponían las orejas, pero del frío.
A los del norte.
A los compañeros de borracheras.
A los colegas.
A los del bar, como rezaban los reincidentes, ese sitio en el que lo mismo socializabas que leías en una esquina o que encontrabas al amor de tu vida.
Los del norte, cuando reímos, cuando amamos, cuando damos nuestro brazo, lo damos de verdad.
La gente del norte es de verdad.
Dicen que somos cerrados.
Nunca han conocido a alguien del norte supongo.
Puedes salir sólo y regresar a casa con un montón de amigos, de risas y de buenos ratos.
He salido sola en otros sitios e incluso a veces, ni me he atrevido.
No son del norte.
Las noches con rock.
Con guitarras.
Los de siempre.
Los de toda la vida.
El kalimotxo para ahogar las penas, aunque las muy putas siempre han sabido nadar.
La mona llorona o el os quiero colegas.
El quinito.
El caballero.
La embarazada.
El yo nunca, nunca.
Nadie sabe más juegos con alcohol que alguien del norte.
Doblamos al de dos metros y al enano, a mitad de ronda.
La mejor banda sonora.
El mejor ambiente.
Y todo aderezado con un pelín de fresco.
Que más da que el sol se ponga a las tres.
Las llanas, las bernardas, las bernardillas.
El buen yantar, el quinto pino, el metropoll, el jump, el k2.
Las mejores noches de mi vida, los mejores recuerdos...todos en el norte.
Las noches universitarias, las juergas, el no saber llegar a casa, las charlas de por la mañana de los padres preocupados...
El rock te matara.
El rock no es bueno.
Los chicos que escuchan rock no son buenos.
Alejate de ese ambiente, me advirtieron.
Pero ahí seguí y ahí sigo.
Vibrando con cada acorde.
Meciendo mi cabeza y mis caderas al ritmo de una guitarra.
Guitarras.
Baterías.
Sí es cierto que el rock es malo, mi alma ya no tiene salvación.
La he vendido al rock'n'roll.
Y jamás moriré sola, porque mi vida está escrita con los acordes de una guitarra, salpicada de frío y kalimotxo.
Y es que yo, soy del norte.

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