domingo, 27 de abril de 2014

Mi renuncia

Tengo 29 años.
Me gusta repetirmelo, porque a veces, creo que debo recordarme a mi misma mi edad.
La mayor parte del tiempo me siento demasiado adulta.
Demasiado mayor.
Mis mejores amigos, en su mayoría, tienen al menos, diez años más que yo.
Y a veces, necesito hacer alguna locura para simplemente sentir, que en el fondo, sigo siendo una niña.
La vida me ha hecho madurar a base de ostias.
Últimamente, se está cebando.
No diré que de un modo cruel y despiadado o, quizás sí.
Mientras que profesionalmente no puedo quejarme, sentimentalmente mi vida es un fracaso.
Un fracaso total y absoluto.
Dicen de mi, mis amigos, que soy dulce, cariñosa, amiga de mis amigos y que soy especial, aunque por contra, añaden, soy un imán para la gente inmadura, insensata e irresponsable; porque inconscientemente, siempre cargo con la culpa.
En esta ocasión, en este momento, no quiero sentirme culpable.
Yo le quería, le quería, y aunque parezca mentira, le quiero a rabiar.
No me siento engañada ni utilizada en ese aspecto.
No puedo culparme por haber y por querer a alguien así.
Una vez asumido eso...no sé que hacer.
Mis amigos se cansan de aguantar la misma canción, con la misma melodía y además el mismo compás.
Yo también.
Pero no se como frenarlo.
No se como explicar que lo que ocurre es que en mi interior soy dos.
Una dualidad que me trae de cabeza.
Una dualidad que le repele y le atrae al mismo tiempo.
Y esta dualidad, está acabando conmigo.
En este momento, en concreto, me gustaría que toda fuera distinto.
Muy distinto.
Me gustaría poder proclamar mi estado sin lágrimas en los ojos.
Me gustaría que mi pareja me agarrara de la mano y acariciara mi tripa.
Me gustaría tenerle a mi lado.
Pero la vida es muy puta, o muy sabía, quien sabe.
Y en lugar de eso...
Me encuentro sola.
Callando.
Pensando.
Nadie me agarra de la mano.
Y mi barriga y mis cambios me asustan.
Porqué ahora.
Porqué así.
Porqué a mi.
Y entonces, vuelvo donde el, le llamo y se lo explico.
El sigue siendo igual.
Sigue sin saber que quiere o cuando lo quiere.
Sigue sabiendo que me quiere y que me adora, pero no como pareja.
¿Cómo se llega a eso?
¿En qué punto devalúas tanto a una persona que aunque la quieres no la quieres como pareja?
Pero lo peor es su dualidad.
Su te quiero pero ahora no, pero luego sí.
Que se supone que debo hacer yo.
¿Ser la eterna Penélope de Serrat?
¿Esperar a que un día se de cuenta de que quizás sí soy yo?
¿De que quizás sí es el?
Y la vida ha jugado sus cartas y ha dado un giro de 360 grados.
Ha colocado a dos niños en el mundo de los adultos.
Una, yo, terriblemente asustada, terriblemente sola, juega a ser adulta y a contemplar todas las opciones antes de decidirse por ninguna. No quiere arrepentirse de ser demasiado valiente pero tampoco de ser cobarde.
En la otra punta de la habitación, un niño mayor, asustado, que no sabe que hacer, que no era capaz de llevar una relación, se encuentra jugando, de repente, a ser mayor, y está perdido.

Creo que este es el momento indicado para pronunciar estas palabras: renuncio.

Pronuncio mi renuncia a ser adulta.
Pronuncio mi renuncia a seguir siendo madura.
Pronuncio mi renuncia a seguir siendo sensata.
Pronuncio mi renuncia a seguir amando a quien no me ama sí hoy decide apartarme de su vida.
Renuncio.
Quiero volver a tener seis años.
Y que lo más importante en mi vida sea averiguar, donde deje a Gizmo antes de acostarme.

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