martes, 29 de abril de 2014

Psicoterapia

Ayer fui a la primera sesión de psicoterapia.
Nunca he creído demasiado en éstas cosas.
Siempre he pensado que un psicoterapeuta te dice, más o menos, en mayor o menor medida, lo que quieres escuchar.
Incluido aquello de que mi mejor psicóloga soy yo misma.
Pero me sorprendí.
No me dijo nada.
Se limitó a escucharme.
Y me sorprendí a mi misma, siendo aquello que jamás habría querido ser.
El claro perfil de una mujer maltratada.
Una mujer anulada.
Una mujer que ha anulado todos sus botones de alarma, porque depende de lo que hiciera o dijese, era tachada de loca o de lunática.
Una mujer que se ha encontrado haciendo cosas que no quería.
Yendo a sitios que no quería.
Porque ha olvidado como decirle no a él.
Porque ya no sabe como decirle no.
Hoy quería acompañarme a la clínica.
Le he dicho hasta en cuatro ocasiones que no lo hiciera.
El respeto comienza por respetar lo que te piden.
O al menos, siempre he creído eso.
Pero a mi nunca me ha respetado.
Nunca me he sentido respetada.
Me he sentido invadida, colonizada, muchas cosas, pero jamás respetada.
Me he convertido en una mujer dependiente.
Llorosa.
Quejicosa.
Que somatiza su ansiedad en forma de enfermedades, como el asma, o las migrañas.
Dice la psicoterapeuta que puede ayudarme.
Que va a ayudarme a identificar todos estos factores antes de que ocurran.
Para que ya no pase más.
Que me va a reeducar cognitiva y conductualmente, para interpretar las señales, y salir huyendo.
Dejar de ayudar a quién no requiere mi ayuda.
Y conseguir vivir una vida feliz y plena.
Se lo he dicho a él, estaba obsesionado con poder ayudarme.
Le dije ¿quieres ayudarme? No le hagas a nadie más lo que me has hecho a mí.
Y es que parece mentira (incluso a mí), que alguien tan aparentemente encantador, amigo de sus amigos, haya hecho esto.
Me haya hecho esto.
Y yo, me haya anulado hasta el punto, de creerme menos que él.
De creer que de verdad que me quería.
Cuando lo que hacía era proyectar todas sus inseguridades y miedos en mi.
Espero poder recuperarme de esto, aunque quién sabe lo que tardaré.
Quién sabe cuando volveré a ser la Amalia feliz, que sonreía por el simple hecho de ver brillar el sol y que miraba el futuro con esperanza.
Estoy dispuesta a reencontrarme con mi yo interior, sanarme, curarme y seguir hacia delante.
Éste va a ser mi mayor proyecto de futuro y de vida.
Sanar emocionalmente.
Curarme.
Volver a ser yo.
Volver a sentirme guapa.
Volver a sonreír.
Dejar de culparme.
Dejar de maltratarme a mí misma.
Y dejar de asumir responsabilidades que no son mías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario